El uso del Botox ® para prevenir y remover arrugas se ha normalizado en los últimos años y es un procedimiento que seguirá creciendo en popularidad. Sin embargo, aunque mucha gente conoce las propiedades estéticas del Botox, se habla poco sobre la gran diversidad de aplicaciones que tiene el Botox en la medicina general.

El Botox® es el nombre comercial de la sustancia toxina botulínica de tipo A, derivada de la bacteria Clostridium botulinum. Al ser inyectado en áreas específicas del cuerpo, el Botox® bloquea señales químicas entre los nervios y músculos, provocando una relajación muscular. Para su propósito cosmético, el Botox®  inmoviliza los músculos que se encuentran en el área de las líneas de expresión, disminuyendo la probabilidad de que se muevan y haciéndolas menos perceptibles. Lo mismo ocurre cuando se inyecta Botox en cualquier otra parte del cuerpo. Hoy en día el Botox se utiliza para tratar un sinnúmero de condiciones crónicas, más allá de su uso cosmético. 

Historia del Botox

El Botox®  se origina en los años 70s cuando el Dr. Alan Scott, un oftalmólogo americano, comienza a investigar su uso en el tratamiento del estrabismo (ojos cruzados) y blefaroespasmo (movimiento incontrolable del párpado). De hecho, el nombre original del Botox® era “Ocolinum,” con la intención de describir “oculus alignment” o “alineación del ojo,” y en 1989, el FDA aprobó al Botox con indicaciones médicas oftalmológicas.

Mientras el Dr. Scott continuaba con su investigación del Botox, uno de sus colegas, el Dr. Alastair Carruthers recibió un paciente que le pidió una inyección de Botox en su ojo saludable; el paciente le mencionó al doctor, “no, no tengo espasmos en este ojo pero me gusta como se ve el ojo que recibe las inyecciones.” Y fue en ese momento que el Dr. Carruthers empezó a investigar las propiedades anti-arrugas del Botox. Comenzando con este descubrimiento, se realizaron estudios científicos para validar la eficacia y seguridad del Botox durante los próximos 15 años y finalmente, en el 2002, la FDA aprobó el Botox® con fines cosméticos en el 2002. 

Con muchísima casualidad, así es como se descubrieron las propiedades anti-arrugas del Botox®: como un efecto secundario inesperado. Curiosamente, muchos tratamientos terapéuticos han sido descubiertos de esta manera en la segunda mitad del siglo XX. Por ejemplo, el ingrediente activo del Viagra®  (Sildenafil) fue descubierto en investigaciones para tratar la hipertensión y el Rogaine® (Minodixil), que se utiliza para la prevención de la caída de cabello, se descubrió intentando curar úlceras.

Usos Médicos del Botox

Al pasar el tiempo se han descubierto múltiples condiciones que el Botox® puede tratar, hoy en día está aprobado por la FDA para tratar más de diez condiciones. A continuación presentamos diferentes usos médicos del Botox®:

• En el 2002 se aprobó por la FDA el uso del Botox® para tratar la sudoración excesiva. Las inyecciones del Botox® bloquean las señales nerviosas responsables por la sudoración, impidiendo que las glándulas sudoríparas produzcan sudoración excesiva. 
• El Botox® fue aprobado en el 2013 para tratar la vejiga hiperactiva ya que esta inyección puede prevenir las contracciones involuntarias musculares que pueden provocar el deseo de orinar. 
• Igualmente, el Botox® está actualmente aprobado para tratar las migrañas crónicas, distonía, migrañas crónicas, y espasticidad de miembros superiores. 
• Otras condiciones que se están investigando para el uso del Botox® son: depresión, espasmos, eyaculación precoz, así como dolores en la espalda asociados a daño articular y nerviosa. 

Aunque el Botox® se popularizó por sus propiedades anti-arrugas, su origen médico proviene de la oftalmologia. Hoy en día, se está estudiando al Botox® como un posible tratamiento para muchos otros padecimientos.  

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